Comentario
Con los poderes de su peculiar magistratura, Pompeyo se dispuso a superar la crisis de Estado con el restablecimiento del orden y una activa legislación, que pretendía sobre todo frenar la corrupción electoral y sus causas: la carrera desenfrenada por las magistraturas. Una de estas leyes perjudicaba directamente a César, que corría el peligro de ser sustituido en su mandato el 1 de marzo del 50. El grupo más activo de los senadores conservadores se propuso, como principal objetivo, arrancar a César su imperium proconsular y convertirlo en ciudadano privado para llevarlo a juicio.
César invirtió gigantescos medios de corrupción para lograr retrasar el nombramiento de un sucesor para sus provincias. Pero el 1 de enero de 49 el Senado le ordenó que licenciase su ejército. Nueve días después, César tomaba la grave decisión de desencadenar la guerra civil al cruzar en armas el Rubicón, riachuelo que marcaba el límite de su provincia.
La guerra entre César y Pompeyo, representante de la legalidad, sería larga y sangrienta. Pompeyo trataría siempre de llevarla lejos de las Galias, base del poder de su enemigo, pero César le batiría en Hispania (campaña de Lérida) y Grecia (batalla de Farsalia). Asesinado Pompeyo, proseguían la contienda sus descendientes y partidarios, siendo derrotados por César en Egipto (guerra de Alejandría), Asia Menor (batalla de Zela contra Farnaces), África (batalla de Tapso), y otra vez a Hispania (campaña de Munda, 45 a.C.) Tras esta serie de reveses se agotó la resistencia senatorial y César se encontró solo en la cúspide del poder.